sábado, 15 de enero de 2011

The horse girl

Ellos son los más comprensibles, nunca te van a decepcionar... Los caballos te sienten, pueden percibir todo lo que tú sientes, hay una compenetración especial... De verdad, puede que suene a locura si no lo has experimentado, pero cuando montas siempre al mismo caballo te das cuenta de que se crea una conexión entre él y tu. Unos lazos incomprensibles, intangibles, increíbles... Te sientes tan unido a él que a veces crees poder leer sus pensamientos. Si un día estás contento, el caballo lo siente, y algo te dice que debes quedarte ahí con él, mimarlo, darle todo tu cariño y él te lo recompensa... Mientras que en un día triste, salís de paseo por el campo y él se pondrá a galopar tan rápido como pueda, haciéndote olvidar de golpe todo aquello que te hizo sentir de ese modo, notas cómo te mira y te golpea con su cabeza. La verdad es que no me habría venido nada mal este año en algunos momentos de bajón...
Con unos congenias, con otros sientes que no tienes nada que ver. Te sientes incómodo montádolos y no es lo mismo. Es necesario conocer a tu caballo, saber reconocerlo, y sobre todo sentirte unido a él, estar aferrados el uno al otro. Por eso, al contrario de lo que recomiendan en los centros de hípica, yo aconsejo montar siempre al mismo caballo. Que te conozca y, al montarlo tú, sea distinto que si le “ponen a un niño encima”.
Margarita, era la yegua que yo montaba, la mejor yegua del mundo. De sangre tibia y totalmente blanca. Este tipo de caballos no son muy fáciles de encontrar, puesto que lo que habitualmente llamamos “caballos blancos”, en realidad son bayos (de color blanco amarillento). Salía con ella al campo tanto como podía y galopábamos por la Sierra de Guadarrama hasta que la notaba cansada... There is something about the outside of a horse, that is good for the inside of the man.
Margarita se llamaba, y la quería con todo mi corazón.
Caballos salvajes... Libres de toda atadura...

En relación a estos maravillosos animales, solo me quedan dos sueños por cumplir.

El primero es montar yo sola en la playa... Escuchando las olas romper en las rocas, el vaivén de la marea y los cascos de una yegua en contacto con la arena...
¿El segundo? No olvidar nunca esta pasión y poder seguir montando, aunque sea esporadicamente, durante toda mi vida.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario