lunes, 19 de octubre de 2009

Hay miradas que matan.

Hoy me ha sucedido una cosa extrañísima. Estaba saliendo del metro, encaminándome lentamente a la dársena del autobús con destino a mi casa. Cuando, de repente, un chico alto, delgado, moreno y muy bien vestido me adelanta rozando mi brazo izquierdo y desprendiendo un olor que me resulta demasiado familiar, pero que me vuelve loca. Tras unas cuantas zancadas desparece de mi vista y, sin saber por qué, había despertado en mi cierta curiosidad. Cuando ya por fin estoy esperando en la cola para subirme al autobús, distingo su camisa dos personas por delante de mi. Y cuando llega su turno para subir, justo antes de levantar el pie para posarlo sobre el primer peldaño, se gira, pero no de culaquier modo, sino con una gracia especial, y clava su mirada fijamente en mi. Una mirada matadora, demasiado intensa, penetrante, una mezcla entre amenazante y lujuriosa. Una mirada que ha atravesado mis pupilas consiguiendo, por primera vez en mi vida, estremecerme de pies a cabeza. Tenía unos ojos azules, azules y fríos como el hielo. Y el contraste con la blancura de su tez y la barba de tres días hacía que llamara aun más la atención. En ese instante una sensación de terror y a la vez atracción ha invadido mi cuerpo. De modo que durante todo el trayecto no he podido quitarle la mirada de encima, hasta que por fin he llegado a mi parada y sin saber por qué he estado mirando a mis espaldas cada dos por tres hasta llegar a mi casa. Auque al leerlo no suene ni un cuarto de un cuarto de como ha sido realmente, os puedo asegurar que ha sido una experiencia de lo más escalofriante..

No hay comentarios:

Publicar un comentario