sábado, 9 de enero de 2010

La ley de Murphy

En efecto, la ley de Murphy es como se podría titular mi viaje de esquí.
Ha sido como si los planetas se hubieran alineado y todo se hubiera puesto en nuestra contra. Pero, aun así, ha sido un viajazo lleno de experiencias únicas e inolvidables.
Lo primero que ocurrió fue que en vez de salir el día que teníamos previsto, el viaje se retrasó un día ya que mi hermano se pasó la noche anterior al día que supuestamente salíamos, en el hospital. Al final resultó ser un virus estomacal. Durante el trayecto de ida no ocurrió nada especial, salvo que nos perdimos y fuimos por un camino que recorría una montaña que era de todo menos seguro. Una vez en Peyragudes, nos instalamos y nos encaminamos con nuestros portátiles a un bar lounge que han inaugurado recientemente donde teníamos wifi gratuita.
La primera noche la pasamos sin complicaciones, y al día siguiente el esquí fue maravilloso. Por la tarde hicimos un poco el tonto y nos dedicamos a buscar amigos sin resultados positivos.
Esa misma tarde, empecé a encontrarme mal y tras la cena Sofi también comenzó a tener dolores de tripa y cabeza. La noche transcurrió lenta, sucia y dolorosa (como supondréis, mi hermano nos había contagiado su virus) Pero no solo éramos Sofi y yo, sino que mi madre también había caído, y como estábamos Sofi y yo en un apartamento y mis padres y mi hermano en otro, nos aislamos durante un día entero sin comer y bebiendo agua con limón. Yo me recuperé bastante rápido, pero Sofi pasó un día muy malo.
Pero las cosas se pusieron un poco mejor al día siguiente. Nos levantamos con mejor cuerpo y decidimos salir a la calle y acercarnos a las pistas.
A pesar de ser el día que peor cara teníamos, atraimos miles de miradas y ¡CONOCIMOS A UNOS CHICOS! Dos para ser exactos, pero había un tercero que no habíamos visto aún. Eran de Madrid, iban a estar los mismos días y vivían exactamente en los mismos apartamentos que nosotras, así que ni cortos ni perezosos nos invitaron a su apartamento esa misma tarde. Nosotras, encantadas de la vida, comimos en casa y sobre las seis, cuando estábamos tiradas en el sofá con pintas caseras, llamaron al timbre. Nos miramos adivinando lo que ambas pensábamos y Sofi salió disparada a la puerta mientras se soltaba el moño que tenía en el pelo. Los dos chicos que habíamos conocido esa misma mañana estaban en la puerta de nuestro apartamento. El tercero en discordia no tardó en llegar, y de nuevo Sofi y yo podíamos adivinar nuestra opinión sobre los chicos, en especial del tercero, solo con mirarnos de reojo.
La mañana siguiente quedamos en las pistas y esquiamos juntos, fue muy divertido, pero justo fue el día que peor tiempo hizo, por lo que no nos pudimos "lucir" especialmente. Comimos con ellos y por la tarde fuimos al bar lounge para conectarnos a internet y pasar el rato mientras veíamos nevar por los grandes ventanales del lugar.
Esa misma mañana mi padre me había anunciado que nos volveríamos a Madrid un día antes de lo esperado, por lo que aparte de navegar por internet, también nos dedicamos a organizar el plan de la noche.
Decidimos dar cena y copas en nuestro apartamento para despedirnos como es bebido, por lo que nos fuimos a hacer la compra y a preparar todo como locas.
La noche fue muy divertida, siempre tendremos un buen recuerdo de aquellos momentos.
A la mañana siguiente, bastante resacosas, recogimos el apartamento, hicimos las maletas y en medio del proceso se pasó Anto (el tercero en discordia y con el que mejor nos llevamos) por nuestro apartamento para despedirse de nosotras y darnos la mala noticia del fallecimiento de su abuelo, por lo que se volvían a Madrid a la vez que nosotras.
De vuelta a casa tuvimos que soportar un clima no muy favorable y cuando paramos para quitar las cadenas de las ruedas del coche nos sorprendió un intruso.
Al llegar a casa todo quedó en un recuerdo maravilloso y en unas ganas tremendas de otro viaje con Sofi.

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