lunes, 3 de mayo de 2010

Rincones donde fuimos más que amigos

Todo estaba perfecto. Los dos tumbados bajo el sol, sobre esas tablas de madera, que tan buenos recuerdos les traían. Diminutas gotas de agua mojaban su ropa y se posaban sobre sus rostros. Se miraban, pensaban, se besaban... Dos sonrisas invadían constantemente sus caras. La vegetación, ya en flor, acompañaba a este ambiente tan bucólico. Se querían, no cabía duda, no hacía falta más que mirarles. Desprendían ese olor a amor tan propio de la primavera, sus miradas brillaban de tal modo que podían eclipsar al sol. Solo ella era capaz de alegrarle en aquellos momentos en los que él lo daba todo por perdido. Yo les vi. Nada podía interponerse en su camino. Porque estaban pisando fuerte, lentos pero seguros.

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